Una silueta femenina con códigos binarios proyectados en su rostro sobre un fondo azulado.

El reto de una Inteligencia Artificial justa: siete sesgos que hay que evitar

  • 20 de mayo de 2025
  • 5 minutos
  • Blog

La inteligencia artificial representa un antes y un después en la historia de la tecnología. Su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos, automatizar tareas complejas y ofrecer soluciones, está revolucionando sectores tan diversos como la sanidad, la industria, el desarrollo de software o la comunicación.  

Bien implementada, la IA puede diseñar mejores tratamientos médicos, acelerar la toma de decisiones en las empresas y quién sabe si en un futuro, redefinir el concepto de trabajo, impulsando el progreso social. 

Sin embargo, el desarrollo de la IA también implica tener en cuenta los desafíos éticos que conlleva, como pueden ser los sesgos que pueden incorporar los algoritmos. Dado que estos sistemas aprenden a partir de datos, si los conjuntos de entrenamiento contienen prejuicios o estereotipos, la inteligencia artificial puede replicarlos e incluso amplificarlos.  

Esto puede traducirse en decisiones injustas. Uno de los ejemplos más citados en este terreno fue el sistema COMPAS, utilizado en Estados Unidos para predecir la probabilidad de reincidencia de personas que ya habían sido condenadas por un delito con anterioridad. El sistema dejó de utilizarse cuando algunos investigadores demostraron que este sistema tendía a clasificar a personas negras como de mayor riesgo en comparación con personas blancas con antecedentes similares, evidenciando un sesgo racial en su entrenamiento.  

Otro caso histórico fue el del sistema de reclutamiento desarrollado por Amazon, que, de igual forma, acabó siendo abandonado tras descubrirse que penalizaba sistemáticamente los currículos de mujeres para puestos técnicos. El algoritmo, al haber sido entrenado con datos históricos de contrataciones dominadas por hombres, perpetuaba de forma automática los patrones de desigualdad de género preexistentes. Pero estos, no son los únicos sesgos que pueden “colarse dentro del algoritmo”. Otros a los que conviene prestar atención son los siguientes: 

Falta de diversidad en los resultados

Cuando los algoritmos priorizan perfiles, productos o ideas que responden siempre a un mismo patrón (por ejemplo, personas jóvenes, blancas o de determinados contextos culturales), es indicio de una escasa representatividad en los datos de entrenamiento. Esta falta de diversidad puede excluir o invisibilizar a colectivos enteros, limitando el acceso a oportunidades o recursos de quienes no se ajustan al perfil predominante.

Resultados repetitivos o extremos

La lógica de muchos sistemas digitales busca maximizar la permanencia del usuario mostrándole contenidos que ya han captado su interés. Esto puede provocar una exposición continua a información alineada con sus ideas o emociones, sin acceso a puntos de vista alternativos. A este fenómeno se le conoce como burbuja de filtro, y contribuye a la polarización y a la radicalización de las opiniones.

Desigualdad de trato o acceso

En algunos servicios digitales o plataformas de comercio electrónico, los algoritmos pueden generar resultados diferentes según el perfil de usuario, lo que se traduce en variaciones de precios, recomendaciones personalizadas o tiempos de espera. Estas segmentaciones, aunque diseñadas con fines comerciales, pueden llegar a discriminar a ciertos grupos por motivos como la localización geográfica, su nivel socioeconómico o la actividad previa en la plataforma.

Falta de transparencia

Muchos sistemas basados en inteligencia artificial funcionan como cajas negras, sin ofrecer explicación clara sobre cómo se toman las decisiones que afectan a los usuarios. Esto puede resultar especialmente problemático en procesos sensibles como la concesión de un préstamo o la evaluación de una candidatura laboral, donde la falta de información dificulta la revisión y la rendición de cuentas.

Sesgo de confirmación algorítmico

Los algoritmos aprenden de nuestros comportamientos pasados: qué leemos, qué vemos o qué compramos. Al hacerlo, tienden a mostrarnos más de lo mismo, reforzando nuestras creencias previas y limitando nuestra exposición a información nueva. Este efecto reduce la diversidad de perspectivas y dificulta la formación de una opinión crítica.

Sesgo de automatización

La percepción de que los sistemas basados en IA son infalibles puede llevar a los usuarios y a los propios profesionales a aceptar sus resultados sin cuestionarlos. Esta confianza excesiva, conocida como sesgo de automatización, puede derivar en decisiones erróneas en todo tipo de ámbitos. 

Sesgo por datos desactualizados

Los algoritmos que se entrenan con datos antiguos o no actualizados pueden generar resultados irrelevantes, erróneos o incluso perjudiciales. Esto ocurre, por ejemplo, en sistemas que recomiendan productos, diagnósticos médicos o decisiones financieras basados en patrones obsoletos. La falta de actualización en los datos limita la capacidad de los modelos para adaptarse a contextos cambiantes y perpetúa representaciones pasadas que ya no reflejan la realidad actual.

Detectar un algoritmo sesgado no siempre es sencillo, pero conocer que existen y cómo funcionan, facilita que los usuarios puedan identificar algunas señales que delatan su presencia. Que las instituciones educativas fomenten el pensamiento crítico, o que ciudadanos e instituciones exijan una mayor transparencia sobre su funcionamiento, resultan clave para desarrollar una relación más sana con la inteligencia artificial.

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