Una caja de cartón reciclado junto a un grupo de champiñones.

Hongos, una alternativa al plástico para fabricar envases biodegradables

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Y.P.photo/Shutterstock


Montserrat Pichel Martínez, UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología


Los envases están presentes en nuestra vida cotidiana, desde la caja de cartón que transporta piezas en la industria automovilística hasta el vaso del yogur que nos hemos tomamos esta mañana. Los envases nos han acompañado en el pasado, nos acompañan en el presente y nos acompañarán en el futuro.


La actual preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad real, alejada de políticas de greenwashing, es cada vez mayor en la sociedad, y ha situado a los envases y su impacto medioambiental en una situación compleja.


Sin ir más lejos, la Comisión Europea adquirió en 2017 el compromiso de garantizar que en 2030 todos los envases de plásticos sean reciclables. Algo directamente ligado al reto de reducir las emisiones de carbono en un 55 % respecto a 1990.


Además, nuevas normativas apuestan por crear una economía circular para el 2050, influyendo directamente en los plásticos de un sólo uso y en la reducción de los químicos persistentes presentes en este material. Todo ello se encuentra alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.


Bajo estas premisas, la industria y las empresas se esfuerzan por optimizar, reducir o adaptar sus envases en aras de ser más sostenibles.


Los hongos como alternativa sostenible


En el 2021 se consumieron de media en Europa 189 kg de envases por persona. De ellos, los plásticos supusieron 25,91 kg por persona. Estas cifras van en aumento. Dentro de los plásticos, el poliestireno expandido (EPS) es ampliamente empleado en envases por sus buenas propiedades como aislante térmico, resistencia a impacto y ligereza. No obstante, su naturaleza derivada del petroleo limita enormemente su biodegradación, estimada entre 500 y 800 años.


Como una buena alternativa al uso de estos plásticos, nos encontramos con los micomateriales o micocompuestos. Estos son una combinación del micelio, una estructura de los hongos, con otras fuentes vegetales celulósicas de bajo coste como el serrín, la paja, el cáñamo y la fibra de coco.


El micelio está compuesto por una red de finos filamentos similares a las raíces, llamados hifas, que se extienden por el terreno. Es inerte, posee un crecimiento rápido y es regenerable. En medios celulósicos, el micelio permanece adherido al sustrato y es capaz de digerirlo. El resultado es un material sólido y natural. Su interés radica en tres ejes principales:


  • Es 100 % sostenible: es biodegradable en el medio e incluso capaz de nutrir otras especies vegetales.
  • Aprovecha los recursos naturales: posee un mínimo impacto medioambiental y emplea baja energía de extracción y fabricación.
  • Es muy versátil: se adapta a formas complejas y tamaños.


Micelio de la seta de ostra (Pleurotus ostreatus) cultivada en el laboratorio. Tobi Kellner/Wikimedia Commons, CC BY-SA


Contribución a la economía circular


Los micocompuestos son ligeros (con densidades similares al poliestireno expandido), tienen una buena capacidad de absorción de impactos y buenas propiedades acústicas. Todo ello, les hace buenos candidatos para el sector del embalaje.


Además, debido a su buena compostabilidad, el uso de micocompuestos permite integrarlos tras su ciclo de vida en el medio vegetal, actuando como fertilizadores del terreno. Es decir, estamos ante un material de ciclo infinito que contribuye a la economía circular y a un sistema de upcycling o suprarreciclaje de productos.


No obstante, no todo es oro en este material. Su aspecto heterogéneo y vegetal, su textura aterciopelada y su acabado con una alta dependencia de las condiciones de fabricación hace que los usuarios tengan ciertas reticencias en usarlo. Por eso, un buen diseño de envase es fundamental para romper las barreras de acceso que posee y facilite la aceptación por parte de los mercados y las industria


Micodiseño: cómo aumentar su aceptación


El diseño de producto posee como objetivo principal solucionar problemas y cubrir las necesidades que tienen las personas, proponiendo productos que sean funcionales, innovadores, comprensibles, accesibles y duraderos, pero también estéticos y atractivos.


La elección y aplicación de materiales es crucial en un buen producto. Pueden ser incluso claves en la estrategia para la innovación y redefinición de productos.


La inclusión de micomateriales en la industria debe abordar la percepción de los consumidores, encontrando un equilibrio entre lo novedoso y lo tradicional, para que su nueva estética pueda ser aceptada. Además, una comunicación efectiva es necesaria, incorporando un mensaje claro de utilidad del producto, beneficios y origen de los materiales.


Empresas como Ecovative, Mogu o Grown bio están abriendo camino en la incorporación del micelio en productos. Sus propuestas están centradas en productos que aprovechen al máximo las propiedades de los micomateriales a través de un diseño cuidado, honesto y cercano. Estas estrategias facilitan la percepción positiva de los micomateriales, acercándolos al usuario y, por tanto, facilitando a futuro su incorporación en la industria.


Unas manos con guantes azules sujetan un material blanco.

Micelio de hongos cultivados para fabricar diferentes productos. 

Ecovative


Las claves para los envases basados en micelio


Los micocompuestos son una buena alternativa como sustitutos del plástico en el sector del embalaje. Aprovechando su ligereza y capacidad de absorción de impactos, se pueden crear nuevos sistemas de envase respetuosos con el medio ambiente con baja huella de carbono. Además, el uso de desechos agroindustriales (paja, cáñamo, fibra de coco…) en su fabricación favorece a otros sectores industriales y su economía.


Las barreras que puedan surgir en su implantación y uso pueden ser resueltas a través del diseño. Comprender las inquietudes de las personas es fundamental para proponer productos honestos con su naturaleza, que cubran a la vez las necesidades funcionales y emocionales de los usuarios.


Montserrat Pichel Martínez, Investigadora Diseño Integral Sostenible. Biomateriales, diseño y sociedad., UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.


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