Un equipo formado por Pablo Pesqueira, Javier Villasevil, Marta Poy, Aaron Truzman, Carmen Carranza y Diego Rodríguez, estudiantes del Grado de Diseño de Producto de UDIT, Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología, participará en la final del Biodesign Challenge (BDC) una competición internacional que conecta arte, diseño y biotecnología y que tiene como principal objetivo integrar tecnologías emergentes de forma creativa y sostenible.
El equipo ganador de la semifinal celebrada el pasado 26 de mayo en el Innovation Hub del Campus de Tecnología, Innovación y Ciencias Aplicadas de la universidad, partió de una realidad tan cotidiana como ignorada: las naranjas amargas de Sevilla, que adornan miles de calles, representan hoy una problemática social y ambiental. Al no ser aptas para el consumo directo por su sabor amargo, gran parte de estos frutos acaban cayendo al suelo, generando problemas de salubridad y residuos. A pesar de ello, estos árboles forman parte del imaginario colectivo y del paisaje de la ciudad. Su proyecto propone en este sentido, transformar las naranjas en un polímero biodegradable destinado a la fabricación de abanicos tradicionales, devolviendo así este recurso desaprovechado a la ciudadanía como símbolo de sostenibilidad, diseño local y pertenencia cultural.
Para el jurado no fue una decisión fácil de tomar, ya que compitió con otros proyectos igualmente innovadores, todos ellos desarrollados por estudiantes del Grado en Diseño de Producto de UDIT. Entre ellos, destacaron el diseño de un sistema modular de mobiliario de oficina fabricado con bioplástico de mandarina, que permite absorber elementos contaminantes y regular la humedad del aire interior (Carme Basile, Rita Laura Pereda, Marina Seller, Tania Carranza, Teresa González, Inés Javier); un sistema de dispersión de semillas que aprovecha la transhumancia del ganado para regenerar ecosistemas degradados (Jaime López, Alfonso Padilla); y Waste Atlas, una plataforma digital y colaborativa que revaloriza los residuos como materiales útiles y sostenibles (Lola Marín, Marta López).
La final tendrá lugar en el Parsons School of Design y el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York los próximos 12 y 13 de junio, donde todos los finalistas tendrán la oportunidad de presentar sus ideas ante más de 40 jueces procedentes de la industria, la academia y las artes. El equipo ganador, recibirá el Glass Microbe (Microbio de Cristal) trofeo que acredita la calidad de su proyecto y que se transmite de un equipo ganador a otro en cada edición.
Además de una competición global, el Biodesign Challenge es un programa formativo que apoya al profesorado de las instituciones que deciden sumarse a esta iniciativa, con recursos pedagógicos, asesorías y acceso a expertos. En muchos casos, los miembros de BDC también se comprometen a seguir apoyando a los proyectos más interesantes de cada edición, especialmente si estos acaban por desarrollarse como startups, o en obras de arte que puedan exhibirse en museos o galerías. Hasta el momento, los alumni que han pasado por esta competición han conseguido levantar más de 30 millones de dólares en inversión para sus proyectos y han conseguido patentar muchos de ellos.
Otras iniciativas que se promueven desde la organización son el Biodesign Sprint, un programa de un mes en colaboración con empresas interesadas en explorar cómo la biotecnología puede dar respuesta a cuestiones de la industria, o la puesta en marcha de Biodesign Hubs regionales que funcionan como redes interdisciplinarias en distintos países de Europa y América.
La competición, que se lanzó por primera vez en 2015 con una participación de 9 universidades americanas, ha evolucionado para convertirse en un evento global, en el que ya participan estudiantes de 64 aulas de secundaria y universidad de todo el mundo. En los últimos seis años, equipos de más de 100 escuelas de 30 países diferentes han participado en la competición.
